06 noviembre 2012

Un pueblo es...

El otro día una amiga me envío un mail donde nos contaba su vuelta a España (sí, hay gente que vuelve a pesar de la tormenta) y su mudanza e instalación en un pueblo. Decía ella toda emocionada que olía a pueblo y que incluso se oían las campanas de la iglesia. A mi la verdad es que me entró la risa cuando leí ésto, porque aquí en mi pueblo, Santo Domingo de la Calzada, siempre se han oído las campanas de la torre.


Comprendo en parte la imagen idílica que algunos tienen de un pueblo, y también que igual no es nada idílica sino la realidad que ellos buscan. Yo volví a mi pueblo en verano, y la verdad es que el regreso fue muy bueno, calorcito, días largísimos, terracitas llenas, mucha gente en la calle, mis amigos salían todos los días... Pero llegó Octubre.

Llegó Octubre y con él, el frío, los horarios de trabajo de mañana y tarde, la oscuridad a las 19 horas, las calles desiertas entre semana y nada para hacer (bueno nada para hacer yo, que no tengo curro, ni voy al gimnasio ni me dio tiempo a apuntarme a idiomas). A decir verdad, me dí un golpe contra la realidad de un pueblo en otoño-invierno....

Pero el otro día me fui a andar en bici, y me encontré en una carretera casi intransitada, con la primera pelusa verde saliendo en los campos y unos solitarios girasoles amarillos que daban color al paisaje. 



Y el último fin de semana me fui con un amigo al monte, y en 5 minutos estábamos alejados de ruidos de coches, de asfalto y de otras señales de civilización humana. Sólo la naturaleza nos rodeaba y nos regalaba los increíbles colores del otoño, caminando sobre un camino de hojas rojizas mientras nos sumergíamos en un bosque de arboles plateados...(esto sí que me ha quedado idílico).





Y estas dos escenas me devolvieron a la realidad de un pueblo en otoño, rodeado de naturaleza, alejado del estrés de las grandes ciudades y disfrutando (gratis) de una experiencia magnífica.

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