Pues sí, volver a Europa es volver a otro mundo. Te subes a una vión, te hechas una siesta y cuando te despiertas estás al otro lado, el "afortunado", donde las cosas funcionan, donde la luz nunca duerme, pero donde siempre encuentras algún silencio. Donde los supermercados abundan por doquier llenos a rebosar de productos listos para usar y tirar o ni si quiera usar.
La verdad es que es un placer volver (de vacaciones) y disfrutar de los paseos nocturnos, de las rondas de vinos y las tapittas (veganas por favor!!!!), de las discusiones familiares, de los cafés de media tarde, de las conversaciones sobre niñ@s, sobre futuro, sobre el presente y sobre vegnismo hasta el infinito, ha ha.
A gusto poder estar en los momentos sensibles con la familia pero tambien en los magníficos rencuentros con familiares que vemos menos de lo deseado. Maravilla de pasear por ciudades que te hacen descubrir un pasado, otras que te rememoran tan buenos tiempos y los que faltan por venir. Increíble la amistad conservada en ascuas y que se aviva cuando un soplido la mece y renacé con más fuerza.
Un privilegio poder volver siempre y tener a tant@s con los brazos abiertos, volverse con una energía que permite seguir todavía mucho más al otro lado, sabiendo que en aquel los fuegos se mantienen alerta de un futuro soplido.
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