Así es... cinco semanas de vacaciones que ya se acabaron. Fueron muy ricas en muchos aspectos, pude disfrutar de mi familia, de los amig@s, del vino, de los pinchos, de la vida española, del buen tiempo... hice muchos viajes, rencontré viejas amistades nunca olvidadas a pesar del tiempo sin vernos y concocí multitud de hijos de venidos al mundo durante mi ausencia. Desgraciadamente no tanto tiempo para hacer muchas más cosas que tenía en la cabeza, visitar mucha más gente que se me han quedado en el tintero pero que la próxima vez sí.
A gusto y mucho, pero con cosas que me chocaron a pesar de saber que son normales del día a día de allí. Ahí van las que me acuerdo :
- La entrada a Madrid por carretera. Incríble la cantidad de publicidad que hay, carteles de todos los tamaños, unos luminosos y animados, otros clásicos. Parece que estés entrando en una ciudad centro comercial, las marcas más chics parecen disputarse la visibilidad a la entrada de la capital.
- Conversaciones sobre precios de móviles super chachi guays, a la altura de 200 - 300 euros pagados por móvil sin ruborizarse...
- Un hiper(al cuadrado)mercado con tal variedad de productos de todo tipo que la cabeza me daba vueltas.
- No sólo escandaloso la cantidad de oferta (necesaria???) sino la cantidad comprada para un día de comida. Un carro lleno y sumando más y más y más. Y al acabar la convivencia nadie quiere llevarse la comida restante... indignante.
- Una máquina de hacer pan (y mermelada) programable, para levantarse con el pan recién hecho y por sólo 50 euros!!!! qué maravilla!
- Salir a las 8 de la mañana por la calle es salir a ciudades desiertas sólo ocupadas por polícias y barrenderos. Increíble que a esas horas no haya una marea humana de un sitio a otro.
- La Semana Santa, un espectáculo visual y sonoro impactante para cualquiera, todo un espectáculo insuperable con sus encapuchados, sus tambores y sus imágenes realmente gores.
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