Hace ya unos días cumplí los 32, sin crisis de ningún tipo ni alegría especial por cumplir una edad que parece más bien pasar inadvertida.
Sin yo celebrar nada, ni celebrarse en mi supuesto honor, la verdad es que pasé uno de los fines de semana más mejores de mi estancia en Madagascar.
Nada de especial, simplemente rodeado de gente que la vida te pone en el camino, y que por suerte, enorme suerte, las he encontrado durante este paseo. La gente especial, conversaciones de todo tipo se alternaban, comida maravillosa preparada por una pareja que te acogen en su casa como si fueras un amigo de toda la vida, y los lugares inmejorables, casas simples pero que transmiten la energía de sus propietarios y todo ello con los pies mojados por el Océano Indico.
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