Una de los sitios que visité en mi primera semana trabajando en Bel Avenir fue uno de los Campos de la Esperanza (nombre mucho más bonito y positivo que campo de refugiados) que se crearon después de que el ciclón Haruna azotara Tulear y alrededores.
Lo que Bel Avenir estaba haciendo allí era buscar a algunos niños y sus
familias que forman parte de nuestro programa de Cantinas Sociales y que se
habían visto afectados por el ciclón, perdiendo sus casas y las pocas
pertenencias que tenían. Al visitar el Campo de la Esperanza, las responsables
de nuestros proyectos sociales y de alimentación encontraron a varios niños con
una desnutrición extrema.
A partir de ese momento, se empezó a hacer un seguimiento semanal de dichos
niños y se les empezó a suministrar estos paquetitos plateados, los Plumpy Nut,
una masa a base de cacahuete especialmente preparada para niños con
malnutrición severa.
Aquí tuve la primera (disculpen por la palabra) ostia con la realidad.
Niños literalmente en huesos, extremadamente delgados, que se aferraban al
paquetito plateado y no se lo apartaban de su boca. Especialmente duro el caso
de una niña de 13 o 14 años, que no tenía fuerzas para tenerse en pie, pero sí
para ser consciente de lo que pasaba a su alrededor y para mantener la mirada
firme y una cierta dignidad. Por desgracia, las secuelas le acompañarán de por
vida.
Desgraciadamente a estas situaciones no se les cataloga de emergencia, como
lo es un ciclón, porque es el día a día de demasiada gente en el mundo.
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